DEL ULTRAISMO AL SURREALISMO EN EL LIBRO:Poesía visual y otras formas literarias desde el siglo IV aC. hasta el siglo XXDel Ultraísmo al Surrealismo
Ramón Gómez de la Serna ya había sintetizado las nuevas orientaciones en su Primera Proclama del Pombo (1915) que sirven a Rafael Cansinos Asséns para el lanzamiento del manifiesto Ultra en 1918.
La figura de Gómez de la Serna resulta un tanto especial, original, por su relación con los diversos ismos, Cubismo, Futurismo, Dadaísmo, incluso Surrealismo, sin vincularse a ninguno, y rechazando, por ejemplo, firmar su adhesión al manifiesto ultraísta.
Sus Greguerías, desde 1910 y con antelación, por tanto, a los ismos, representan una síntesis peculiar de la vanguardia a partir del juego etimológico, las aliteraciones, jitanjáforas, relaciones fonéticas y visuales en un plano de verdadera integración de las artes(22).
El humor es también uno de los rasgos más destacados de este autor y consecuencia de su sentido lúdico en el arte, punto esencial de la vanguardia por el que Gómez de la Serna se convierte en precedente del dadaísmo y el surrealismo.
En la misma fecha del inicio de sus greguerías, en 1910, publicó una “Proclama futurista a los españoles” en la revista Prometeo, heredada de su padre y uno de los vehículos más importantes de la nueva sensibilidad(23).
Entre los diversos tipos de greguerías y poemas realizados por Gómez de la Serna nos interesan especialmente aquellos que se establecen sobre el lenguaje iconográfico, que proyectan visualmente el poema escrito, además de los que traducen imágenes plásticas (si bien en Gómez de la Serna no son frecuentes los caligramas) (Figs. 194-196). Incluso parece ser que realizó fotografías a las que añadió un comentario literario, nuevo ejemplo de interrelación entre imagen visual y literatura, retomado por la vanguardia contemporánea. Angel San Vicente, en su artículo “Un retablo gregueresco de la escritura”, analiza los signos de la escritura a través de las greguerías y los factores paleográficos de las letras en las mismas, junto a ejemplos de diversas épocas que sintentizan estas referencias en relación con libros sobre curiosidades, alfabetos caligráficos, etc. La sistematización de las greguerías sobre la escritura, que realiza este autor, nos parece bastante ilustrativa:
“De ellas, más del 68% apelan al sentido de la vista o, dicho de otro modo, articulan analogías figurativas (...). Muy por debajo, el porcentaje de greguerías montadas sobre resortes puramente lingüísticos (dilogías, falsas etimologías, etc.), que representa un 7% de nuestro corpus; en orden decreciente, siguen: un 4% de imágenes remitidas a la experiencia auditiva, un 3,5% de greguerías con “Vis cómica”, filmográfica (...)”.(24)
El Manifiesto Ultra de Rafael Cansinos-Asséns, sintetiza, como ya planteamos, la conformación oficial de la vanguardia española bajo este nombre “Ultraísmo”, representado por Guillermo de Torre, Jorge Luis Borges, Eugenio Montes, Gerardo Diego, a los que se incorporan, entre otros, Ernesto Giménez Caballero, Pedro Garfias, Mauricio Bacarisse o Juan Larrea(25).
En las revistas más o menos representativas del movimiento: Grecia (1918), Cervantes (1919), Ultra (1921), Horizonte (1922), aparecieron los caligramas y juegos tipográficos de los vanguardistas españoles, como síntesis visual de lo que el Ultraísmo recibe de los ismos europeos y también como actitud de enfrentamiento con el novecentismo. Pero este aspecto último, con cierta peculiaridad: “Respetando la obra realizada por las grandes figuras de este movimiento, proclamamos la necesidad de un ultraísmo”,(26) frase que no precisa comentario, ni se compara con los manifiestos futuristas.
Cansinos Asséns, que ya había colaborado en Prometeo y participaba en las tertulias del Pombo ya en 1915, pasa a ser desde 1918 el animador y guía de las nuevas ideas, también por el influjo de Huidobro y su Horizon Carré. Entre 1919-1920 dirige Cervantes, donde colaboraron Borges, Guillermo de Torre y Larrea, entre otros.
Isaac del Vando Villar, también sevillano(27), en cuya casa de esa ciudad había estado primeramente la redacción de Grecia, la tiene ahora en Madrid. En 1919 publica en esta revista su “Manifiesto ultraísta” en el número 20, pero si destacamos algunos de los caligramas y juegos tipográficos publicados en esos años, poco más queda de las actitudes visuales de los ultraístas. Uno de los pocos libros plenamente visuales de la vanguardia española de esa época, entendida esta en esa línea de ruptura con la linealidad del verso, del sintagma o la palabra, es Hélices de Guillermo de Torre(28).
Desde nuestro punto de vista, esta obra supera con mucho a la mayoría de los libros de la primera vanguardia que siguen esta línea de ruptura tipográfica y de concepción caligramática. En todo caso su interés es paralelo a los Calligrammes de Apollinaire y superior a los juegos tipográficos de la mayoría de los futuristas. De ahí nuestra incomprensión por la escasa atención que ha recibido, hasta el punto de no haberse vuelto a reimprimir(29) (Figs. 197-198).
Además del ya señalado sentido individualista de Gómez de la Serna, que le convierte en figura esencial de la vanguardia española sin adscribirse a ella, el mismo Cansinos-Asséns satirizó pronto al Ultraísmo, que había contribuído de forma destacada a constituir: Su novela El movimiento V.P. de 1921,(30) puede considerarse el punto final del movimiento, del mismo modo que el libro de Guillermo de Torre es la síntesis y culminación de esa orientación visual de la vanguardia española.
Es cierto que los ultraístas hicieron caligramas cubistas y formas tipográficas cercanas al concepto de “palabras en libertad” (Ramón de Basterra, Montes, Vando Villar, Vighi, Dámaso Alonso o Larrea) en las revistas más cercanas al Ultraísmo(31) (Figs. 199-206), pero siempre de una forma esporádica y sin llegar al radicalismo futurista o dadaísta.
La Sombrilla Japonesa de Isaac del Vando entra dentro del versolibrismo a pesar de algunos juegos tipográficos, algo parecido a lo que ocurre con Gerardo Diego. En el conjunto de la obra de Diego los libros Imagen y Limbo, escritos entre 1918-1921, son los propiamente ultraistas, si bien parece habitual en él una doble línea de creación: Por un lado su tradicionalismo métrico y retórico; por otro, los poemas en la línea de búsqueda de nuevas formas. Tal vez, además, el peso de la obra de Gerardo Diego como miembro del 27 y como poeta en la primera línea de la lírica española, oscurece sus experimentos vanguardistas. De todos modos, la abolición de la estrofa, de la rima, la supresión de puntuación, la inserción de blancos entre las palabras o los versos y la distribución, a veces, del poema en toda la página, son consecuencias de esa actividad vanguardista que constrasta con aquellos otros poemas en la línea métrica más tradicional.
También los primeros poemas de Versión Celeste, de Juan Larrea, siguen esta línea de influencia ultraísta, según indica su autor, y fueron publicados en 1919.(32)
Como en los casos anteriores y a pesar de la importancia de Larrea como uno de los más importantes poetas surrealistas españoles, estamos ante el culto al versolibrismo y a la disposición tipográfica que hoy puede considerarse generalizada en la poesía, pero sin llegar a los planteamientos de ruptura de la vanguardia estricta. De todos modos no olvidamos que este autor, como el Huidobro de Altazor, ha madurado ya las conquistas de los primeros ismos en una nueva orientación, la surrealista, como otros muchos de los que se inciaron en las actitudes de ruptura de la primera vanguardia.
El visualismo no tiene gran importancia en el movimiento encabezado por Bretón, menos formalista que los que le preceden y verdadera síntesis de ellos. Tal vez el rasgo que separa al Surrealismo de las vanguardias (de las que procede) es que llegó a ser un movimiento más creativo que destructor. Por ello, llevó a cabo la sistematización de un nuevo lenguaje a partir de la “destrucción” realizada por los ismos anteriores. Esto le convierte en el principal movimiento de nuestro siglo y de mucha más trascendencia de lo que supone la escuela francesa. A pesar de los manifiestos, a pesar de las innegables actitudes vanguardistas, el Surrealismo no es, en nuestra opinión, un movimiento de vanguardia en sentido estricto, impregna en mayor o menor sentido a toda la literatura contemporánea. Entendido por tanto desde esta concepción amplia, Espacio, Poeta en New York, Versión Celeste, Sobre los ángeles y otras muchas obras destacadas de la literatura contemporánea son surrealistas, como pueden serlo las de Vallejo.
No negamos con esto la existencia de una escuela surrealista, con trascendencia más amplia de lo que representa Bretón o el círculo de París, y en la que estaría entre nosotros, por ejemplo, José María Hinojosa. Lo que nos parece difícil es analizar con los criterios del Surrealismo estricto, la obra de autores como Lorca, Alberti, Aleixandre, Cernuda, Diego, Moreno Villa, Prados o Altolaguirre, que lleva a algunos a considerar la inexistencia del Surrealismo en España o, al menos, su carácter diferencial(33).
De todos modos, no vamos a referirnos al Surrealismo sino en lo que de este toma el movimiento “Postismo” en la posguerra española, puente en nuestro país con la llamada segunda vanguardia(34).
Por otro lado es imprescindible aún el análisis individualizado de muchos autores, desde el ultraísmo al surrealismo, y la reedición y revisión de sus obras: Rafael Lasso de la Vega, Eduardo de Ontañón, Antonio Espina, César González Ruano, etc...
(1) Gillermo de Torre, Historia de las literaturas de vanguardia /1925/ (Madrid: Guadarrama, 1971). También son libros utilizados con cierta frecuencia: Ramón Buckley y John Crispín, Los vanguardistas españoles (1925-1935), (Madrid: Alianza Editorial, 1973), Ramón Gómez de la Serna, Ismos (Madrid: Guadarrama, 1975), Guillermo Díaz Plaja, Vanguardismo y Protesta (Barcelona: José Batlló, 1975), Valeriano Bozal, La construcción de la vanguardia, 1850-1939 (Madrid: Cuadernos para el Diálogo, 1978), entre otras obras.
Ramón Gómez de la Serna ya había sintetizado las nuevas orientaciones en su Primera Proclama del Pombo (1915) que sirven a Rafael Cansinos Asséns para el lanzamiento del manifiesto Ultra en 1918.
La figura de Gómez de la Serna resulta un tanto especial, original, por su relación con los diversos ismos, Cubismo, Futurismo, Dadaísmo, incluso Surrealismo, sin vincularse a ninguno, y rechazando, por ejemplo, firmar su adhesión al manifiesto ultraísta.
Sus Greguerías, desde 1910 y con antelación, por tanto, a los ismos, representan una síntesis peculiar de la vanguardia a partir del juego etimológico, las aliteraciones, jitanjáforas, relaciones fonéticas y visuales en un plano de verdadera integración de las artes(22).
El humor es también uno de los rasgos más destacados de este autor y consecuencia de su sentido lúdico en el arte, punto esencial de la vanguardia por el que Gómez de la Serna se convierte en precedente del dadaísmo y el surrealismo.
En la misma fecha del inicio de sus greguerías, en 1910, publicó una “Proclama futurista a los españoles” en la revista Prometeo, heredada de su padre y uno de los vehículos más importantes de la nueva sensibilidad(23).
Entre los diversos tipos de greguerías y poemas realizados por Gómez de la Serna nos interesan especialmente aquellos que se establecen sobre el lenguaje iconográfico, que proyectan visualmente el poema escrito, además de los que traducen imágenes plásticas (si bien en Gómez de la Serna no son frecuentes los caligramas) (Figs. 194-196). Incluso parece ser que realizó fotografías a las que añadió un comentario literario, nuevo ejemplo de interrelación entre imagen visual y literatura, retomado por la vanguardia contemporánea. Angel San Vicente, en su artículo “Un retablo gregueresco de la escritura”, analiza los signos de la escritura a través de las greguerías y los factores paleográficos de las letras en las mismas, junto a ejemplos de diversas épocas que sintentizan estas referencias en relación con libros sobre curiosidades, alfabetos caligráficos, etc. La sistematización de las greguerías sobre la escritura, que realiza este autor, nos parece bastante ilustrativa:
“De ellas, más del 68% apelan al sentido de la vista o, dicho de otro modo, articulan analogías figurativas (...). Muy por debajo, el porcentaje de greguerías montadas sobre resortes puramente lingüísticos (dilogías, falsas etimologías, etc.), que representa un 7% de nuestro corpus; en orden decreciente, siguen: un 4% de imágenes remitidas a la experiencia auditiva, un 3,5% de greguerías con “Vis cómica”, filmográfica (...)”.(24)
El Manifiesto Ultra de Rafael Cansinos-Asséns, sintetiza, como ya planteamos, la conformación oficial de la vanguardia española bajo este nombre “Ultraísmo”, representado por Guillermo de Torre, Jorge Luis Borges, Eugenio Montes, Gerardo Diego, a los que se incorporan, entre otros, Ernesto Giménez Caballero, Pedro Garfias, Mauricio Bacarisse o Juan Larrea(25).
En las revistas más o menos representativas del movimiento: Grecia (1918), Cervantes (1919), Ultra (1921), Horizonte (1922), aparecieron los caligramas y juegos tipográficos de los vanguardistas españoles, como síntesis visual de lo que el Ultraísmo recibe de los ismos europeos y también como actitud de enfrentamiento con el novecentismo. Pero este aspecto último, con cierta peculiaridad: “Respetando la obra realizada por las grandes figuras de este movimiento, proclamamos la necesidad de un ultraísmo”,(26) frase que no precisa comentario, ni se compara con los manifiestos futuristas.
Cansinos Asséns, que ya había colaborado en Prometeo y participaba en las tertulias del Pombo ya en 1915, pasa a ser desde 1918 el animador y guía de las nuevas ideas, también por el influjo de Huidobro y su Horizon Carré. Entre 1919-1920 dirige Cervantes, donde colaboraron Borges, Guillermo de Torre y Larrea, entre otros.
Isaac del Vando Villar, también sevillano(27), en cuya casa de esa ciudad había estado primeramente la redacción de Grecia, la tiene ahora en Madrid. En 1919 publica en esta revista su “Manifiesto ultraísta” en el número 20, pero si destacamos algunos de los caligramas y juegos tipográficos publicados en esos años, poco más queda de las actitudes visuales de los ultraístas. Uno de los pocos libros plenamente visuales de la vanguardia española de esa época, entendida esta en esa línea de ruptura con la linealidad del verso, del sintagma o la palabra, es Hélices de Guillermo de Torre(28).
Desde nuestro punto de vista, esta obra supera con mucho a la mayoría de los libros de la primera vanguardia que siguen esta línea de ruptura tipográfica y de concepción caligramática. En todo caso su interés es paralelo a los Calligrammes de Apollinaire y superior a los juegos tipográficos de la mayoría de los futuristas. De ahí nuestra incomprensión por la escasa atención que ha recibido, hasta el punto de no haberse vuelto a reimprimir(29) (Figs. 197-198).
Además del ya señalado sentido individualista de Gómez de la Serna, que le convierte en figura esencial de la vanguardia española sin adscribirse a ella, el mismo Cansinos-Asséns satirizó pronto al Ultraísmo, que había contribuído de forma destacada a constituir: Su novela El movimiento V.P. de 1921,(30) puede considerarse el punto final del movimiento, del mismo modo que el libro de Guillermo de Torre es la síntesis y culminación de esa orientación visual de la vanguardia española.
Es cierto que los ultraístas hicieron caligramas cubistas y formas tipográficas cercanas al concepto de “palabras en libertad” (Ramón de Basterra, Montes, Vando Villar, Vighi, Dámaso Alonso o Larrea) en las revistas más cercanas al Ultraísmo(31) (Figs. 199-206), pero siempre de una forma esporádica y sin llegar al radicalismo futurista o dadaísta.
La Sombrilla Japonesa de Isaac del Vando entra dentro del versolibrismo a pesar de algunos juegos tipográficos, algo parecido a lo que ocurre con Gerardo Diego. En el conjunto de la obra de Diego los libros Imagen y Limbo, escritos entre 1918-1921, son los propiamente ultraistas, si bien parece habitual en él una doble línea de creación: Por un lado su tradicionalismo métrico y retórico; por otro, los poemas en la línea de búsqueda de nuevas formas. Tal vez, además, el peso de la obra de Gerardo Diego como miembro del 27 y como poeta en la primera línea de la lírica española, oscurece sus experimentos vanguardistas. De todos modos, la abolición de la estrofa, de la rima, la supresión de puntuación, la inserción de blancos entre las palabras o los versos y la distribución, a veces, del poema en toda la página, son consecuencias de esa actividad vanguardista que constrasta con aquellos otros poemas en la línea métrica más tradicional.
También los primeros poemas de Versión Celeste, de Juan Larrea, siguen esta línea de influencia ultraísta, según indica su autor, y fueron publicados en 1919.(32)
Como en los casos anteriores y a pesar de la importancia de Larrea como uno de los más importantes poetas surrealistas españoles, estamos ante el culto al versolibrismo y a la disposición tipográfica que hoy puede considerarse generalizada en la poesía, pero sin llegar a los planteamientos de ruptura de la vanguardia estricta. De todos modos no olvidamos que este autor, como el Huidobro de Altazor, ha madurado ya las conquistas de los primeros ismos en una nueva orientación, la surrealista, como otros muchos de los que se inciaron en las actitudes de ruptura de la primera vanguardia.
El visualismo no tiene gran importancia en el movimiento encabezado por Bretón, menos formalista que los que le preceden y verdadera síntesis de ellos. Tal vez el rasgo que separa al Surrealismo de las vanguardias (de las que procede) es que llegó a ser un movimiento más creativo que destructor. Por ello, llevó a cabo la sistematización de un nuevo lenguaje a partir de la “destrucción” realizada por los ismos anteriores. Esto le convierte en el principal movimiento de nuestro siglo y de mucha más trascendencia de lo que supone la escuela francesa. A pesar de los manifiestos, a pesar de las innegables actitudes vanguardistas, el Surrealismo no es, en nuestra opinión, un movimiento de vanguardia en sentido estricto, impregna en mayor o menor sentido a toda la literatura contemporánea. Entendido por tanto desde esta concepción amplia, Espacio, Poeta en New York, Versión Celeste, Sobre los ángeles y otras muchas obras destacadas de la literatura contemporánea son surrealistas, como pueden serlo las de Vallejo.
No negamos con esto la existencia de una escuela surrealista, con trascendencia más amplia de lo que representa Bretón o el círculo de París, y en la que estaría entre nosotros, por ejemplo, José María Hinojosa. Lo que nos parece difícil es analizar con los criterios del Surrealismo estricto, la obra de autores como Lorca, Alberti, Aleixandre, Cernuda, Diego, Moreno Villa, Prados o Altolaguirre, que lleva a algunos a considerar la inexistencia del Surrealismo en España o, al menos, su carácter diferencial(33).
De todos modos, no vamos a referirnos al Surrealismo sino en lo que de este toma el movimiento “Postismo” en la posguerra española, puente en nuestro país con la llamada segunda vanguardia(34).
Por otro lado es imprescindible aún el análisis individualizado de muchos autores, desde el ultraísmo al surrealismo, y la reedición y revisión de sus obras: Rafael Lasso de la Vega, Eduardo de Ontañón, Antonio Espina, César González Ruano, etc...
(1) Gillermo de Torre, Historia de las literaturas de vanguardia /1925/ (Madrid: Guadarrama, 1971). También son libros utilizados con cierta frecuencia: Ramón Buckley y John Crispín, Los vanguardistas españoles (1925-1935), (Madrid: Alianza Editorial, 1973), Ramón Gómez de la Serna, Ismos (Madrid: Guadarrama, 1975), Guillermo Díaz Plaja, Vanguardismo y Protesta (Barcelona: José Batlló, 1975), Valeriano Bozal, La construcción de la vanguardia, 1850-1939 (Madrid: Cuadernos para el Diálogo, 1978), entre otras obras.
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