martes, 26 de mayo de 2009

ROSA DÍAZ , NOS DICE UNAS PALABRAS

Rosa Díaz
La autora
La verdad es que yo empiezo a escribir sin saber escribir, fantaseando cosas extrañas, por ejemplo, cuando iba a cumplir cuatro años me siento mayor e importante como una aguamarina gigante, piedra preciosa que veía en el anular de una tía abuela. Leo cuentos de trovos hasta memorizarlos y a partir de los cinco años escribo todo lo que veo o me cuentan. A los ocho, que apruebo el ingreso en el Conservatorio Oficial de Música, empiezo un diario pero no como algo privado, sino como efemérides dignas de ser leídas en público, o sea en la sobremesa de casa. Desde ese momento me recuerdo escribiendo, leyendo, imaginando o indagando. En el colegio nada se me da tan bien como las redacciones.
En mis primeros años de vida soy una niña muy alegre, muy sociable y nada disciplinada. Me gusta campar por mi cuenta, desafiar a las normas. Debido a una educación jesuítica y a los Ejercicios Espirituales con sus pláticas exhaustivas del infierno, empiezo a conocer el miedo, es más, empiezo a conocer el terror a la muerte, por eso me considero juanramoniana, no en mi poética sino en coincidencias. Nací un 24 de diciembre y fui niña Jesusa en el colegio, luego me volví hipocondríaca, tuve un corazón con muchas pulsaciones por minuto y me casé con un Virgo como Zenobia.
Mi padre, que había escrito algún poema que otro en sus años de bachiller, era muy crítico conmigo cuando me halagaban desde clase y desde la familia, me previene contra lo fácil y las palabras empalagosas o lamidas y me aconseja que le escriba a un ladrillo. Su consejo me durará poco, ya que muere cuando yo tenía quince años y mi hermana menor tres meses. No quiero contar un cuento de niñas pobres y a la deriva porque nunca me he tenido pena, pero este hecho cambió nuestras vidas, nuestros estudios, todo. Me ofrecieron una beca, pero preferí prepararme en matemática, cálculo y contabilidad, mecanografía y taquigrafía, y me coloqué en una oficina como auxiliar administrativa. Ya había leído a algunos clásicos, Fray Luis, Santa Teresa, Lope, Calderón, Shakespeare, empiezo con la novelística rusa y a los dieciséis años descubro a Lorca, leo sus obras completas y escribo para la revista de Magisterio y de Aparejadores de Sevilla sobre el Romancero y Bernarda Alba. Rubén, Rubén y su máquina de dislocar y encender palabras. Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, José Martín, Tagore, Juan Ramón, Machado, el 27... En aquellos años de mi vida leí más que nunca y también dejé de escribir. Pensé, creo que con buen criterio que no me saldría nada mío sino algo influenciado por la inmediatez. Nunca tuve prisa por publicar, me casé, tuve hijos, y como he dicho en un texto . No hay poesía más importante que la que se vive y se recoge en la sangre. Nunca he sido ratón de biblioteca y nunca he estado cazándome las ideas o las inspiraciones, siempre he pensado que estaba haciendo algo importante cuando le hablaba a mis hijos y a las paredes... y eso fue bueno. Con treinta años ya había roto todo lo escrito hasta entonces y había dejado solamente los poemas que conforman "La célula infinita", donde creo que tengo ya carácter en la voz. Mi poesía es el zumo de mi vida. Tendré que confesar el dopaje al que me he visto obligada -por mi alergia asmática - con lo que alucinan los corticoides. He vivido mucho tiempo como en volandas, como en continuo vértigo. Eso ha hecho que mis libros primeros sean herméticos, metafísicos y fantasmagóricos, pero en realidad nada más cierto que esa verdad. Creo que he empezado la vida del revés, he muerto y he resucitado. De niña estuve apegada al siglo diecinueve con toda la literatura oral que me contaba mi abuela, ahora estoy más cerca y conecto mejor con los niños y con mis animales, con lo pequeño que le hace falta mi ternura.
Siempre pensé que lo mejor de mi poesía era yo, por lo tanto no tenía que buscar más lejos, sí más cerca y más hondo, de ahí que ahora escriba tal como pienso, sencillamente. Eso es todo. Estoy contenta con mi vida. A nadie me quejo, apenas si me puede hacer daño -por el poco apego que le tengo- ciertas vanidades literarias, por lo tanto soy casi feliz y casi plena y doy las gracias a este caudal que tengo para dar razón a la vida. A esto que me sirve de catarsis, me saca a la luz y me mejora. Creo en el poeta persona, por eso me involucro en la sociedad, expongo mi testimonio sin hacerle ascos a determinados temas. Pienso que la poesía está en todas partes y sólo es cuestión de saberla enfocar. Quizá pueda contar mucho más pero puede ser que esto ya sea suficiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario


MusicPlaylistRingtones
Create a playlist at MixPod.com